Eduardo Juan de Habich Parte V
5. Primeras comisiones
- Un mes bastó a Habich para instalarse en Lima y comenzar a entrar en contacto con un ambiente del que no separaría jamás. Suponemos que durante esta época inició el estudio del castellano que le demandó algún tiempo porque en el primer año redacta sus informes en francés, siendo traducidos por Teodoro Elmore. Habich conocía perfectamente el francés además del polaco, el ruso y el alemán. Más tarde dominará también el castellano como muestra el estilo terso y diáfano de sus muchos escritos.
- En enero de 1870 se le encomienda la primera comisión. “Siendo las obras de irrigación las que más contribuyen al desarrollo de la agricultura, que es uno de los ramos más importantes que constituye la riqueza nacional, se dispone: que el Ingeniero del Estado, D. Eduardo Habich, se encargue de practicar los estudios convenientes de la pampa de Tamarugal, en el Departamento de Tarapacá, en donde según afirma la tradición, existen corrientes subterráneas que descienden del desaguadero. Dicho ingeniero verificará también los estudios necesarios, con el fin de aumentar las aguas del río Tarapacá”.
- El primer viaje que Habich hiciera por el Perú le convenció de que si eran muchas las posibilidades que se abrían en el vasto territorio nacional, era también muy grande el esfuerzo que había que desplegar para hacer rendir a la tierra los frutos que de ella se necesitaban. Acostumbrado a la vegetación europea, debió causar admiración en Habich la sequedad de nuestros desiertos costeños raramente interrumpidos por frondosos valles. Su primera misión estaba precisamente relacionada con el arduo problema de la irrigación de esas pampas desérticas que esperan sólo el agua buena para producir abundosas cosechas.
- Mientras Habich trabajaba en Tarapacá, otro ingeniero, Alejandro M. Guido de Vignau, había sido encargado de construir un canal para conducir las aguas del río Laoca y sus afluentes al valle de Azapa. Parece que el estudio de Guido de Vignau tenía ciertas deficiencias porque en agosto de 1870 se encarga a Habich que revise los análisis del mencionado ingeniero, debiendo ocuparse luego de hacer en Locumba los estudios pertinentes para la irrigación de ese valle y permanecer en Moquegua a las órdenes del prefecto para dirigir las obras públicas del departamento.
- Habich presenta el informe relativo a la comisión de Azapa en un trabajo que en su opinión “es el resultado de una penosa y difícil misión” puesto que no se contentó con revisar los estudios sino que amplió la comisión dada por el Gobierno examinando todos los proyectos y el estado del valle a fin de proveerlo del agua necesaria para su mejor irrigación. Concluidos los estudios en Azapa se traslada a Locumba, emitiendo el informe correspondiente en noviembre de 1870. Permanece por algún tiempo en Arica en donde se proyecta la construcción de un hospital.
- Más de un año había gastado Habich en las comisiones de una parte del Perú que no tardará en ser desgajada de la unidad del territorio nacional. Al regreso a Lima es destacado a los trabajos de reparación del ferrocarril de la Oroya. Parece que el ferrocarril central desde su inicio supuso un constante reto a la ingeniería peruana. El Rimac se había desbordado causando inundaciones que duraron ocho días. Habich estima que el accidente se debía al descuido de los hacendados que se despreocupaban de los muros de contención. Por otra parte, no creía Habich conveniente levantar nuevos muros que favorecían más a los hacendados que a la vía misma. Termina el informe haciendo caer en la cuenta que en casos de ríos torrentosos como el Rimac, antes de aventurarse a construir determinado tipo de muros, era necesario hacer un ensayo hasta que la misma experiencia enseñara cuál sería el más adecuado.
- Adviértase la actitud técnica de Habich. No se trata de aplicar moldes aprendidos sino de estudiar primero la realidad, ensayando experimentalmente varias alternativas, para luego determinar con precisión, según el veredicto de la experiencia, el que más convenga a las circunstancias concretas de tiempo y lugar. Interesante actitud que si se hubiese seguido en el Perú habría hecho de nuestros técnicos hombres creativos, capaces de encontrar mejores soluciones al reto concreto de nuestra naturaleza.
Un aula de clases en la antigua Escuela de Ingenieros del Perú
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